En 1943, el compositor musical Richard Rodgers y el letrista Oscar Hammerstein II iniciaron su fructífera, fenomenal y exitosa colaboración nada menos que revolucionando el teatro musical con la innovadora producción Oklahoma!. El 31 de marzo de ese mismo año se estrenó la obra en Broadway, en el St. James Theatre, con Rouben Mamoulian como director y Agnes de Mille como coreógrafa. El musical recibió excelentes críticas y la primera temporada se cerró tras 2212 representaciones, una cifra sin precedentes. Según el dramaturgo y escritor teatral Thomas Hischak, «Oklahoma! no solo es el más importante de los musicales de Rodgers y Hammerstein, sino también la obra más influyente del teatro musical estadounidense… Es la primera obra musical totalmente integrada, y su mezcla de canciones, personajes, argumento e incluso baile serviría de modelo para los espectáculos de Broadway durante décadas».
Tales logros fueron consolidados cuando, en 1944, Rodgers y Hammerstein recibieron el Premio Pulitzer especial de teatro por su trabajo en Oklahoma!.
Los sabuesos de Hollywood, siempre siguiendo el rastro del dinero, llegaron a la conclusión de que si Oklahoma! era un éxito de tal magnitud, había que copiarlo. Los autores se encontraban en ese momento trabajando en su segunda obra para Broadway, otro musical titulado Carousel, cuando recibieron una oferta de parte de Darryl Zanuck, jefe del estudio 20th Century-Fox. Adaptar al cine Oklahoma! estaba descartado, ya que era probable que se representara durante mucho tiempo (la adaptación cinematográfica de la obra se demoró hasta 1955).
El primer trabajo conjunto de Rodgers y Hammerstein provocó una oleada de nuevos musicales, y lo que Zanuck se proponía era hacer una nueva versión musical de la exitosa película State Fair (Henry King, 1933), que protagonizaron en su día Will Rogers y Janet Gaynor. A Rodgers y Hammerstein les gustaba la película original —al desarrollarse en un entorno rural y familiar se sentía, en ciertos aspectos, como una secuela de Oklahoma!— y también la idea de hacer una nueva versión musical, pero no deseaban trasladarse a California para escribirla. La Fox no tuvo inconveniente en que el equipo trabajara desde casa, en Fairfield, Connecticut, y Doylestown, Pensilvania. Aun así, Zanuck convenció a Rodgers para que visitara el set durante los ensayos (Hammerstein no pudo por encontrarse indispuesto), y el músico se sintió orgulloso y agradecido de que no alterasen ni una sola nota. Es más, la producción se anunciaba como Rodgers and Hammerstein’s State Fair.
Hammerstein comenzó a elaborar un borrador en enero de 1944, basándose en gran medida en el guion original de la película. State Fair sería el único musical de la pareja escrito directamente para el cine. A principios de abril, el estudio anunció que el guion y la partitura estaban a medio terminar. El productor, William Perlberg, fue en una ocasión a visitar a Rodgers y Hammerstein, y a su regreso a Hollywood proclamó que el remake prometía ser «otro Oklahoma!». El estudio ya había presupuestado la producción en dos millones de dólares; la historia, que narraba las experiencias de una familia de granjeros de Iowa, no sería radicalmente distinta de la versión de Will Rogers, salvo por los números musicales. La partitura incluye varias canciones que alcanzaron el éxito, como It Might as Well Be Spring, It’s a Grand Night for Singing y That’s For Me.
Años más tarde, cuando la Fox decidió hacer otro remake, aumentó el alcance de la misma y su presupuesto. En consecuencia, la nueva versión de State Fair (José Ferrer, 1962) se ambientó en Texas en lugar de Iowa y contó con varias canciones nuevas. Oscar Hammerstein había muerto en 1960, así que Richard Rodgers escribió la letra y la música de las nuevas canciones. Pero los críticos coincidieron en que «más grande no es mejor» y rechazaron el remake protagonizado por Pat Boone y Ann-Margret. En 1995, la organización Rodgers and Hammerstein produjo una versión escénica, que utilizó como base el guion y la partitura de la versión de 1945, e interpoló varias canciones adicionales de Rodgers y Hammerstein procedentes de otros musicales. La versión teatral se estrenó en la feria estatal de Iowa y estuvo de gira durante varios meses antes de estrenarse en Broadway. Pero para la mayoría de la gente, la película de 1945 se considera la mejor versión musical de State Fair.
El género americana
Cada una de las versiones cinematográficas de State Fair tienen su principal origen en la novela homónima escrita por Philip Stong. El libro se convirtió en un superventas y dio cierta fama a su autor. La historia sigue las peripecias de la familia Frake durante su visita a la feria estatal con su cerdo Blue Boy, que Abel (en la película interpretado por Charles Winninger) espera que gane la cinta azul como premio. Su esposa, Melissa (Fay Bainter), alberga esperanzas similares por sus pepinillos caseros y su salsa de carne picada. Les acompañan su hijo Wayne (el popular cantante argentino Dick Haymes —la respuesta del estudio a Frank Sinatra—) y su hija Margy (Jeanne Crain, en el papel que la convertiría en estrella), ambos listos para encontrar el amor.
Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, el público acudía en masa a los cines a ver películas que le reconfortase y al mismo tiempo le divirtiese. Al igual que sucedía durante la Gran Depresión, el cine sirvió de bálsamo a la población ante las adversidades del día a día. State Fair fue una de las muchas películas musicales que se estrenaron durante los difíciles años de la guerra. Otras fueron Yankee Doodle Dandy (Michael Curtiz, 1942), For Me and My Gal (Busby Berkeley, 1942), Meet Me in St. Louis (Vincente Minnelli, 1944) y Can’t Help Singing (Frank Ryan, 1944). Y a pesar de las restricciones bélicas, State Fair contó con una fastuosa producción en Technicolor y un reparto excelente.
A diferencia de muchos otros musicales, State Fair transcurre en una época contemporánea a la fecha en que se estrenó, en 1945. Por lo tanto, representa la realidad de cómo era la vida rural justo en el momento de su estreno, tanto en la decoración de las casas, el diseño de vestuario y la música que se escuchaba y bailaba. Dos de los cantantes que aparecen en la película, Dick Haymes y Vivian Blaine, interpretan su música al más puro estilo big band, lo más de moda entonces.
State Fair encaja como un guante dentro de lo que se conoce como género americana, que engloba aquellas obras que exploran ciertos fetiches particulares de la cultura y el modo de vida típicamente estadounidense, el denominado American way of life; ya sea a través del deporte (con el béisbol), la gastronomía (la tarta de manzana, los dinner y hamburgueserías), los personajes de cómic, la música (las big bands), el arte popular costumbrista (como el de Norman Rockwell) o por medio de sus festejos (bailes de graduación escolar o ferias estatales), estas películas nos permiten echar un vistazo a los aspectos más identificativos y estereotipados de la cultura norteamericana.
Natalie Kalmus y el glorioso Technicolor
En las décadas de 1930 y 1940, filmar con cámaras de Technicolor era una tarea mucho más complicada y costosa que hacerla en blanco y negro. Es por eso que su utilización se reservó sobre todo para superproducciones, películas de aventuras y musicales, y que no fue hasta la década de 1950 que se empezó a extender la producción de películas a todo color.
Desde 1934 hasta 1949, si se quería utilizar el sistema Technicolor, también había que contratar a Natalie Kalmus. Su labor consistía en asegurarse de que los cineastas comprendían la mejor manera de utilizar la tecnología. Se encargaba de supervisar el color y definió el aspecto de las películas. Como asesora de Technicolor, Kalmus tenía poder para introducir cambios radicales en las producciones, algo que a menudo no solo molestaba a los cineastas, sino también a los estudios. Los productores de Gone With the Wind (Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939) se plantearon hacer la película en blanco y negro porque consideraban que los expertos en Technicolor —entre ellos Kalmus— eran demasiado exigentes y «dominaban el aspecto creativo», según David O. Selznick. El director Allan Dwan llegó a llamarla «zorra», mientras que las notas del cineasta Vincente Minnelli decían que «no podía hacer nada bien a los ojos de la Sra. Kalmus» durante la producción de Meet Me in St. Louis (1944). Sin miedo a enfrentarse a sus colegas masculinos de la industria, los responsables la tachaban de histérica y problemática.
State Fair fue una de las casi 400 producciones en las que Natalie Kalmus desempeñó sus funciones como directora de Technicolor. Y en ella se percibe a primera vista el vasto conocimiento que tenía sobre el uso del color y cómo aplicarlo para, por ejemplo, reforzar la personalidad de los personajes o su estado de ánimo. En el artículo The Significance of Color, Kalmus ofrecía su interpretación del significado y sensaciones que transmiten algunas tonalidades. Por ejemplo, los tonos azules representan la paz, la armonía y el hogar. El rojo es la vibración más fuerte de todas; un estimulante; es sexo, es vida, mientras que los verdes apagados pueden actuar casi como una poción somnífera.
«Los principios de color, tono y composición hacen de la pintura una de las bellas artes. Los mismos principios harán de una película en colores una obra artística. La precisión y el detalle de Holbein y Bougereau, los efectos de luz de Rembrandt, la atmósfera y arreglos de Goya, el color de Velázquez, la radiante luz solar de Sorolla, las misteriosas sombras de Innes…Todas estas cualidades artísticas pueden eventualmente ser incorporadas en las películas gracias al color. El diseño y los colores de los decorados, trajes, cortinas y mobiliario deben ser planeados y seleccionados de la misma manera que un artista elegiría los colores de su paleta y los aplicaría a las zonas correspondientes de su pintura».
Natalie Kalmus
Bien podría ser primavera
Margy Frake se encuentra sentada en el alféizar de su ventana mirando hacia un punto no determinado en el horizonte. Se siente insatisfecha con su vida, está ansiosa por un cambio. Aunque ni siquiera sabe por qué, está «tan inquieta como un sauce en un vendaval».
Hammerstein reflexionaba con detenimiento sobre el malestar de la protagonista cuando le comentó a Rodgers que, aunque las ferias estatales nunca se celebraban en primavera, el estado de ánimo de Margy era tal que bien podría ser primavera (por aquello de la astenia primaveral). Fue entonces cuando Rodgers advirtió de inmediato cuál sería el título de la canción que tenían en mente.
Este fue el origen de It Might As Well Be Spring, que llegó a ser versionado y grabado por innumerables artistas legendarios de diversos géneros (Nina Simone, Frank Sinatra, Connie Francis, Ella Fitzgerald). Estuvo entre los temas más vendidos según se publicó en la revista Billboard el 8 de noviembre de 1945, y se mantuvo en la lista durante doce semanas y alcanzó el puesto número 5.
Rodgers y Hammerstein querían que la soprano Kathryn Grayson interpretase el papel de la joven Margy. Ambos pudieron escucharla en Thousands Cheer (George Sidney, 1943) y quedaron muy impresionados con ella. Sin embargo, no estaban aún seguros de su capacidad para interpretar una canción de forma sencilla y sincera. Sin que nadie más lo supiera, Rodgers y Hammerstein consiguieron que Grayson hiciera una audición para ellos, y esa vez sí quedaron totalmente convencidos. Informaron de ello al productor William Perlberg: «Cuanto más nos metemos en la película —y te alegrará saber que ya estamos metidos de lleno en ella—, mejor luce Grayson para el papel de Margy». Sin embargo, en la Metro se encontraban en una situación que les impedía prescindir de la cantante y actriz durante ese periodo de tiempo, por lo que no se pudo llevar a cabo la cesión, y el papel de Margy quedó libre para Jeanne Crain.
Ella no tenía suficientes aptitudes para el canto, así que para los números musicales tuvo que ser doblada por Louanne Hogan, resultando en una combinación tan perfecta que Hogan acabaría consiguiendo un contrato para prestarle su voz en otras películas, como Centennial Summer (Otto Preminger, 1946) y Margie (Henry King, 1946).
Su romance en la pantalla, encarnado por Dana Andrews (quien trabajaría con Crain en otras tres películas más), también corrió la misma suerte, aunque él sí que tenía sobradas cualidades para el canto que mantenía en secreto. Andrews afirmó más tarde que el estudio no sabía que era cantante, y que él no dijo nada al respecto porque pensó que la persona contratada para ser su voz necesitaba el trabajo.
Dick Haymes, por su parte, era un popular crooner que había cantado con las bandas de Harry James, Benny Goodman y Tommy Dorsey y tenía su propio programa de radio. State Fair fue uno de sus primeros papeles protagonistas en el cine. Vivian Blaine, que interpretaba al interés amoroso de Haymes, también cantó en una banda en clubs nocturnos. Su mayor éxito le llegaría sobre los escenarios como Miss Adelaide en Guys and Dolls (1950), papel que repetiría en la versión cinematográfica de 1955. Los actores Charles Winninger y Fay Bainter completaron el reparto de State Fair como los padres Frake. La película fue un gran éxito y, tras su estreno el 30 de agosto de 1945, la asistencia a las ferias estatales de todo el país aumentó repentinamente.
El crítico del New York Times Bosley Crowther mencionaba la canción de pasada: «El mejor de los números es uno bonito llamado It Might As Well Be Spring». Pero la canción fue nominada al Oscar de ese año a la mejor canción original. La competencia era dura aquel año, con un total de catorce candidatas, entre ellas I Fall in Love Too Easily, de Jule Styne y Sammy Cahn, y Ac-Cent-Tchu-Ate the Positive, de Harold Arlen y Johnny Mercer. It Might As Well Be Spring fue la ganadora, proporcionando a Rodgers y Hammerstein su único Oscar conjunto (Hammerstein ya había ganado uno en 1941 por The Last Time I Saw Paris, escrita con Jerome Kern).
Dirección: Walter Lang | Guion: Oscar Hammerstein II, Sonya Levien, Paul Green | Novela: Philip Stong | Fotografía: Leon Shamroy | Reparto: Jeanne Crain, Dana Andrews, Dick Haymes, Vivian Blaine, Charles Winninger, Fay Bainter
Referencias
PRENSA Y LIBROS
Kalmus, N. (1935). «Color Consciousness» reimpreso en Journal of the Society of Motion Picture.
Mordden, E. (1981). The Hollywood Musical. Estados Unidos: St. Martin’s Press.
Green, S. (1990). Hollywood Musicals Year by Year. Estados Unidos: Hal Leonard Publishing Corporation.
Hyland, W. (1998). Richard Rodgers. Estados Unidos: Yale University Press
Hischak, T. S. (2007). The Rodgers and Hammerstein Encyclopedia. Estados Unidos: Greenwood Press.
Rollyson, C. (2012). Hollywood Enigma: Dana Andrews. Estados Unidos: University Press of Mississippi.
SITIOS WEB
State Fair (1945) en el sitio web de AFI.
State Fair (1945) en el sitio web de Rodgers and Hammerstein.
State Fair (1945) en el sitio web de TCM.
It Might as Well be Spring por Morgen Stevens-Garmon en el blog del sitio web de Library of Congress.
Natalie Kalmus: Ringmaster of the Technicolor Rainbow por Maria Lewis en el sitio web ACMI.
State Fair: 75 Years of Rodgers and Hammerstein’s Film Musical en el sitio web de SBO Magazine.
Rodgers and Hammerstein’s «Oklahoma!» en el sitio web del Oklahoma History Center.
Es un enorme placer leer tus artículos tan bien documentados y tan amenos. Si escribes en alguna revista o web, además de X, házmelo saber para seguirte. Gracias.
“I owe Ioway all I owe and I know why”
Me llama la atención cómo en esta ocasión mi opinión y las críticas de muchos usuarios de Letterboxd (y por lo que veo también en “X”) coinciden: “ligera y encantadora. Una película agradable y cálida que te da un abrazo”; “alegre y dulce”; “como un gran abrazo lleno de amor: reconfortante, adorable y, además, ¡hermosa!”, “el mejor ejemplo de películas antiguas 'saludables'. ¿Es un poco cursi? Sin duda. Pero es lo suficientemente sincera y genuinamente dulce como para hacer sonreír a un bastardo solitario y pesimista como yo”; “preciosa. Música y narración relajantes, tranquilizadoras y reconfortantes de principio a fin”.
En común también con otros musicales que he amado desde que era joven están esas canciones con letras aparentemente inocentes y simples pero que, unidas a una melodía que se va desarrollando como un amanecer y a una coreografía que guarda lo mejor para el final… esas canciones… me emocionan como otras obras de arte supuestamente mayores.
Es estupendo poder conocer todos esos interesantes detalles que hacen valorar mejor no solo la pieza analizada sino su sitio en la historia del cine y, por extensión, en la de la cultura y la sociedad de la época. Gracias una vez, Óliver: “I owe you” conocer y disfrutar de una película por la que nunca me habría interesado de otro modo.
Un abrazo.